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Encontrar la felicidad no ha sido nada fácil para mí, pero ahora creo que, si yo pude, cualquiera lo conseguirá.
Mi niñez en República Dominicana, lugar donde nací, fue un punto confuso, definitivamente estoy seguro de que no tuve la misma infancia que todos los niños. Para empezar, no fui a la escuela, porque mi abuela me dijo que tengo un don que ha estado en mi familia por más de doscientos años y que mi camino ya estaba trazado desde antes de que naciera. Para mí, el destino ya estaba decidido, tenía que dedicarme a la práctica del vudú como han hecho quienes nacieron con esa capacidad única en mi familia, así que en vez de mandarme a la escuela, mi abuela pasó horas conmigo enseñándome a leer el tarot, a preparar fórmulas con extractos de plantas, sustancias presentes en animales y propiedades de minerales para alterar los estados de la mente, a entrar en contacto con los Loas, las energías esenciales de la vida que rigen nuestra existencia y a leer textos en idiomas antiguos; todo esto con un sólo fin: hacer a cada persona que trabaje conmigo dueña de su destino. Eso suena muy bien, pero la verdad es que todo tiene un precio.
Para empezar, mi mamá se enamoró de alguien y estaba harta de que yo pasara tanto tiempo con mi abuela y no tuviera espacio para vivir como el niño que era, pues mientras mis primos iban a la escuela y jugaban por la tarde, yo tenía que pasar todo el día en la oficina de mi abuela aprendiendo. Cuando mi mamá se armó de valor, terminamos mudándonos a México, lugar donde vivía mi padrastro, para que yo pudiera tener la infancia que necesitaba y ella pudiera vivir su historia de amor. Pasamos varios años en Zumpango, donde conocí el amor de un padre y me sentí por primera vez seguro, sin embargo, el destino tenía preparado algo muy diferente. Mi padrastro murió en un accidente, y a los pocos años, también mi mamá.
Sin nadie que se hiciera cargo de mis hermanos y yo, terminé buscando el sustento para nosotros en varios trabajos, que incluyen un rastro, vendiendo barbacoa y trabajando en una fábrica, hasta que me di cuenta de que no tenía que pasar por todo eso si ya conocía todo lo que me había enseñado mi abuela. Siendo un desconocido en una tierra extraña, me armé de valor comencé mi labor como Asesor Espiritual, gracias a la cual crecí para dar sustento a mis hermanos, y no sólo eso, sino que me ha permitido estar en importantes talkshows como El Show de Cristina y El Show de Oprah (debo agradecer por esos a mi abuela), además de trabajar para importantes mandatarios, empezando en el nivel municipal y creciendo hasta estar con gobernantes de algunas naciones. Tal vez no tuve la niñez ideal, pero recibí muchas lecciones que me hicieron darme cuenta de que, cuando se quiere, se puede salir adelante. Eso es precisamente lo que quiero compartir contigo, que en esta vida se puede ser feliz a pesar de todo lo que pase.